Día 2 en El Champaquí '10

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Como esperábamos el día amaneció celeste sin ninguna nube a la vista. Después de pasar dos horas ordenando y volviendo a meter todo de nuevo en la mochila salimos para llegar definitivamente hasta la base del cerro Champaqui.


Hasta este punto el camino esta más que marcado, es imposible perderse, creo que hasta con neblina se puede llegar muy tranquilo al puesto Ojo de Agua, pero de ahora en más es cuando la idea de contratar un guía empieza a cruzarte por la cabeza, con todas las advertencias que dicen por todos lados, también un poco es su negocio, pero siempre está la posibilidad de perderse.
Tranquilos y constantes seguimos subiendo, la primera media hora de camino ya lo conocíamos porque lo habíamos hecho el día anterior con neblina una vez para subir y otra vez para bajar, así que ya era la tercera vez que pasábamos por ahí. El primer tramo es todo en subida, no muy empinada como al principio en los pinares pero la pendiente se siente. En cuanto al agua, no se preocupen porque se cruzan vertientes y algún que otro arroyo continuamente, con que lleven algún recipiente para ir tomando un poco en el camino alcanza y pueden ir cambiando el agua para que esté más fresca.
Hasta el puesto de Moisés López, el camino está bastante bien marcado, de a tramos se pasa por piedras con rayas blancas que están caladas por el paso de las mulas que van haciendo surcos en la piedra con forma de escalera. El puesto de Moisés Lopéz es como un oasis dentro de todas esas piedras sin una sola sombra para sentarse a caminar. Es un buen lugar para sentarse un rato a descansar, tiene sombra, pasto y un buen arroyo que lo cruza. Para seguir camino hay que cruzar la tranque con cuidado porque tiene animales adentro y no queremos que quede abierta. Una vez adentro hay que seguir derecho, es una subida algo empinada, pasando por el lado izquierdo de la casa. Una vez arriba van a poder ver por donde sigue el camino, que baja y vuelve a subir. Además se tiene como referencia al Cerro Champaqui que siempre está al frente y se lo puede ver desde cualquier punta.



En este tramo empieza a cambiar un poco el terreno y deja de haber tierra y prácticamente pasan a caminar sobre piedras hasta cansarse y que sus tobillos pidan un descanso a gritos. Ahora el camino  va a estar marcado sobre la piedra, se van a dar cuenta que hay un hilo más claro en la piedra que es por donde tienen que ir, además de las pircas que se ven a cada rato. Más adelante nos cruzamos con cuatro postes que parecían ser una tranquera, pero la puerta en si y el alambrado no existían, el camino se divide a la derecha o a la izquierda. Nosotros tomamos el de la derecha porque era por el que se veía el camino sobre la piedra que subía. Una vez que llegamos arriba, se disipó un poco la marca y no estábamos muy seguros por donde seguir. Justo vimos que en la parte de abajo pasaba una persona que parecía estar volviendo, le pegamos un grito y nos indico la dirección por la que seguía el camino que al parecer era mejor para el otro lado, tendríamos que haber doblado a la izquierda en el cuatro postes. Eso es algo que pasa mucho, los caminos se dividen y se juntan continuamente, la mayoría termina en el mismo lugar.


Este último tramo se hace algo pesado, ya no hay tantos arroyos que cruzar y el sol reflejando en la piedra cansa mucho la vista, unos anteojos de sol no vendrían nada mal, al igual que bastante protector solar, porque el sol estaba muy fuerte. Un kilómetro y medio antes de llegar al puesto de Héctor Gonzales se terminan las piedras y se puede ver bien el caminito marcado entre los pastos y una hilera de piedras a los costados pintadas de blanco, con alguna que otra flecha roja o blanca pintadas en las flechas. Así casi sin darnos cuenta después de girar por una gran piedra llegamos al puesto de Héctor González.

Después de saludarlo, nos fuimos para abajo. Al frente de la entrada a la casa, o a la derecha por el camino que llegamos hay una bajada para un lugarcito con tres arboles y un poco de pasto bastante bueno para dejar la carpa. Armamos todo y nos tiramos hay a descansar porque los pies no nos daban más y veníamos bastante cargados de comida. Una vez que descansamos un poco, Josecito se fue a ver si encontraba señal para el celular y más que señal encontró un lugar muy bueno para pasar la tarde. Siguiendo para el norte, por el camino que bajamos hasta el lugar donde dejamos la carpa a unos 50 metros hay un arroyo o un río chiquito con una pileta para poder meternos un rato entre las truchas que nadaban al rededor nuestro. El agua no era tan fría y a eso de las 5 de la tarde la piedra alta que había al frente hacía sombra para no seguir insolandonos después de todo el día bajo el sol.




Una vez de noche y bien comidos otra vez adentro de la carpa a descansar para mañana, si es que el viento nos deja. A pesar de estar metido entre dos montañas en una especie de valle donde creíamos que íbamos a estar reparados del viento, a la noche se levanto un viento increíble que arremolinaba para todos lados y como siempre había alguna que otra toalla y par de medias sobre la carpa secándose que fueron a terminar a cualquier lado.
Para que se den una idea del camino, nosotros fuimos tomando algunas referencias, desde Ojo de Agua:




  • 8:00hs Salimos.




  • A los 20 minutos pasamos una primera tranquera.



  • 30 minutos otra tranquera.



  • A la hora y cuarenta minutos llegamos al segundo puesto, Moisés López.



  • Después de caminar 3 horas nos cruzamos con los cuatro postes.



  • A los 30 minutos llegamos al puesto Cufre.



  • Una hora y media después pasamos otra tranquera.



  • Finalmente a las 14:00hs llegamos al refugio Héctor González.







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